Es un hecho que uno de los instintos del hombre es desafiar a la velocidad, sin importar el medio. En el caso del auto, esto se dio de inmediato tras su invención, ya que la sed por ir rápido dio pie a que rápidamente se generase la primera multa por exceso de velocidad del mundo. Esto sucedió el 28 de enero de 1896, cuando Walter Arnold fue sancionado en Paddock Wood, Gran Bretaña, por atravesar la ciudad superando el límite de velocidad de 3 km/h.
De acuerdo con los registros, Arnold fue detenido a bordo de un Arnold Benz Motor Carriage por manejar a 13 km/h. Si somos realistas, la multa que pasó a la historia contó con cierta interpretación por parte del agente de tránsito, ya que en esa época no existían los velocímetros y mucho menos los radares de velocidad.
Los inicios del velocímetro
A principios del Siglo XX, y con el objetivo que los conductores y conductoras pudieran ver la velocidad a la que circulaban por calles y caminos, el estadounidense Arthur Pratt Warner y su hermano Charles crearon el primer velocímetro para un auto, mismo que se derivaba del medidor de corte que media la velocidad de las herramientas de corte industriales.
Fue en 1901 cuando el Oldsmobile Curved Dash Runabout se convirtió en el primer vehículo equipado con un velocímetro. Overland y Cadillac fueron los siguientes en proporcionar velocímetros en sus autos, y poco después este revolucionario elemento se ofreció como opcional en la mayoría de los autos producidos.
Los primeros velocímetros eran difíciles de leer, no tenían iluminación para ver de noche y además iban unidos por medio de cables a la parte trasera de la transmisión o a las ruedas delanteras del vehículo. Recién en 1920 los velocímetros mecánicos se integraron a la caja de la transmisión, creando un diseño que perduró hasta 1976, cuando el Aston Martin Lagonda llegó a la escena con el primer tablero electrónico y velocímetro digital.
