dom 22 de diciembre de 2024

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Opinión: Alfa Romeo, la marca que te hace amar a los autos

Las máquinas italianas resultan ideales para disfrutar del manejo.

Opinión: Alfa Romeo, la marca que te hace amar a los autos

El primer Alfa Romeo que me llamó la atención fue el Spider 1600 Duetto de 1966. De ese auto me gustaba todo: la elegancia de sus líneas con un frente y una parte trasera muy delgadas, la silueta de convertible, las luces guardadas en inmensas ópticas que resaltaban sobre los afilados paragolpes cromados, y estos que a su vez enmarcaban el rasgo más característico de la maraca: su parrilla triangular, el famoso “Scudetto”, ubicado bien abajo. Para completar, contaba con un motor delantero de 1.6 litros, que mandaba la fuerza a las ruedas traseras. Estamos hablando de una época en la que los 110 caballos de fuerza (que poseía la máquina italiana) solo se veían en autos de un segmento superior, mismo al que pertenecía la marca vencedora de varios campeonatos de Fórmula 1.

Nunca pude conseguir una foto de un Duetto lo suficientemente grande para enmarcar y poner en la pared, pero lo que sí hice fue sacar su foto de una revista donde aparecía y ponerla en un pequeño portaretrato sobre la mesita de mi cuarto, como si fuera la de un familiar cercano. Claro, soñaba en subirme y probarlo algún día. Mientras tanto, el pequeño Alfa era mi amigo, probablemente más cercano que el Mercedes-Benz SL, que por algún motivo me parecía un sueño imposible.

De alguna u otra manera siempre vi a los autos como amigos. El primero que tuve fue un Volkswagen Passat, que en Brasil, donde nací, era de la categoría del Vento. Lo compré usado, y lo cierto es que previo a que sea mío no había sido muy bien tratado, por lo que nuestra amistad no duró mucho. Luego tuve dos Escarabajo, de los que destaco el que era modelo 1981, que funcionaba exclusivamente con etanol y que me robaron un viernes por la noche. Después tuve un GMC Chevette 86, que vendí antes de venir a México, donde encontré el Chevrolet Chevy Malibú cupé 79 de mi esposa, luego cambiado por un Golf 82. Más tarde vinieron un Chevrolet Cavalier 94, un Ford Topaz 94, un Plymouth Breeze 95 y un Ford Contour, también del 95. El último que adquirí antes de que un auto particular me estorbara por no tener dónde guardarlo fue un Chevrolet Corsa 96. Con todos tuve una buena relación y pocos problemas salvo con el Breeze con caja manual, cuyos inconvenientes de tironeo nunca pudieron ser resueltos.

La esperanza

En 1997 comencé a probar autos y por ende comencé a tener la esperanza de conocer a mi amigo de la infancia, el Alfa, en persona. En 2003, si bien no fue el Duetto, probé el Alfa 156, con el que confirmé que un auto de la marca italiana es igual a un amigo divertido, que te alegra con su actitud y hasta te hace sentir fachero. Sin embargo, no siempre va a estar ahí para ayudarte cuando lo necesites. Eso lo comprobé en la segunda mañana de los tres días que lo tuve para testear: cuando abrí la puerta para subirme, me quedé con ella en la mano, literalmente. Sucedió que la bisagra superior simplemente se había despegado de la carrocería por un mal trabajo de soldadura.

Nunca fui dueño de un Alfa Romeo, pero la realidad es que no se me fueron las ganas. Me enamoré de varios desde el Duetto, como el Giulietta versión sedán de 1981, el 164 de 1997, el GTV de 1995, el Spider de 1998, el Brera y el 159 de 2006 y el Giulietta actual.

Más allá de que la calidad de la marca mejoró de manera notable, el Alfa sigue siendo ese amigo al que buscás cuando querés pasarla bien y no tener problemas. Ahora, sí queres un auto para viajes laborales y demás, buscate un Toyota Camry, por ejemplo. No te hará sentir el tipo más groso del mundo pero cumplirá el trabajo de llevarte a donde lo necesites, lo que al fin y al cabo es la función básica de un auto.

Como el mundo busca más fiabilidad que diversión, en 87 años Toyota produjo y vendió decenas de veces más que Alfa Romeo, que el mes pasado celebró su 110º aniversario. Lo ideal es que, si no sos un millonario que puede tener decenas de autos pero que sí se puede dar el lujo de comprar un par, tengas un Toyota para la vida diaria y un Alfa para cuando quieras disfrutar al volante. Ya lo dijo el periodista británico Jeremy Clarkson -integrante del programa Top Gear y que años atrás supo generar polémica por estos lares-: ningún amante de los autos puede realmente definirse como tal hasta tener un Alfa. Esa es una cuenta que aún tengo pendiente.

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